Se dice que el queso lo descubrió
un desconocido nómada cuando, viajando por el desierto del Medio Oriente, llenó
su saco de cuero de leche y tras varias horas al sol se dio cuenta de que la
leche se había transformado en una masa sólida. Además, se ha descubierto que el
ser humano ya era amante del queso hace 7.500 años.
En la actualidad existen más de 4.000 tipos de quesos en el mundo, que se clasifican en diferentes categorías según su procedencia, su método de elaboración, el tipo de leche, los ingredientes utilizados, sus características nutricionales, su humedad, etc.
Pero, ¿cuál es la característica
principal que debe reunir la materia prima del queso?
Lo más importante es que la leche
sea de muy alta calidad y que haya sido cuidada en las mejores condiciones de
higiene desde su origen. Por ello, en la actualidad la leche se somete a
tratamientos de pasteurización, según el tipo de queso, para asegurarse de la eliminación
de cualquier agente no deseado.
Respecto a la conservación de los
quesos es interesante saber que los más duros se conservan mejor que los más
suaves, que contienen más humedad. Todo queso recién comprado o sobrante se
recomienda guardarlo en un lugar fresco y seco para que se conserve mejor. Lo
ideal es envolverlo en plástico sin que este apriete demasiado, pues podría
aparecer moho. No obstante, aunque un queso desarrolle moho igual se puede
comer, bastaría con eliminar medio centímetro de la capa exterior. Existen
recipientes de plástico duro con tapa perfectos para la conservación de los
quesos dentro del frigorífico.
Desde Carnicerías El Valle os
aconsejamos que, para poder apreciar el sabor y las cualidades del queso lo
saquéis de la nevera al menos una hora antes de consumirlo y cortar solamente
la cantidad que vayáis a tomar para que adquiera la temperatura ambiente.
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